Pocos hombres han dado forma a la iglesia del siglo 21 más que John Piper, y pocos de sus libros han demostrado ser más útiles que “Hermanos, no somos profesionales.” Piper tiene razón. Los ministros no deberían ser como profesionales, siendo que su llamado es a un ministerio radical, sacrificial y desinteresado. Esto da en el clavo. Sin embargo, cuando se trata del «servicio ministerial», tampoco los ministros estamos llamados a ser aficionados.
Un aficionado ministerial no es aquel que no posee formación formal o grados avanzados de instituciones de renombre. Un aficionado es aquél que no posee la base de conocimientos, habilidades y experiencia para una tarea en particular, en este caso el ministerio Cristiano. Es decir, uno puede todavía ser un aficionado, aunque con un título ganado, y uno puede ser un ministro fiel, aunque le falte uno.
De hecho, los Cristianos ––y en…
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